«Tenemos que hacernos con el botín»

Al fin… ¡ahora ya tiene todo sentido!

¡La reliquia familiar que mi padre ha escondido durante todos estos años!

¡La encontraremos gracias al viejo mapa de los Cuervos!

No fue una tarea sencilla.

Mi viaje me llevó a todas las bibliotecas conocidas del mundo.

Incluso llegué a Grana donde tuve que llevar unas orejas puntiagudas falsas para no llamar la atención.

Pero mi estratagema no fue muy eficaz, ya que las aker me acabaron pillando e interrogando.

Se me cayeron las orejas falsas en un enfrentamiento contra una especie de gárgolas, así que ya os podéis imaginar cómo fue la cosa.

Hubo otra ocasión en la que saqueé un barco mercante que se dirigía al país de la Calma Matutina.

Entre sus mercancías encontré una pista para desentrañar el misterio del Cuervo de Tres Piernas, ¡no podía creérmelo!

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No soy como mi padre. Nunca lo he sido.

En cuanto a mi madre… bueno, falleció no mucho después de que yo naciera.

Fue una época en la que la gente murmuraba a mis espaldas.

Pero mi padre siempre me quiso muchísimo, y yo a él.

Cada vez que tenía que zarpar para vender sus mercancías, ahí estaba yo a su lado.

Cada viaje llenaba mi corazón con emoción y la curiosidad de saber

a qué nuevos lugares y gentes iba a conocer…

Aunque mi padre era bastante zalamero,

puedo decir ahora con seguridad que también era un hombre muy calculador,

y planeó cada preciso detalle de mi futuro.

Cuando pasaron 15 veranos, tuve que asistir a la Academia sagrada de Calpheon.

Porque según él, al hacerlo podría casarme con algún zagal de buena familia y así ser útil para mi linaje.

Al no querer defraudar a mi padre, acepté sin rechistar todos sus planes.

El día antes de hacer mi equipaje y zarpar a Puerto Epheria, justo el día de mi cumpleaños,

escuché en mis sueños una dulce y gentil melodía.

Me llamaba el vasto océano de Margoria y podía sentir la arena en mis pies.

Fue entonces cuando me di cuenta:

Yo…

¡No era como mi padre!

¡Ansiaba la libertad!

¡Quería estar en el mar!

En las primeras horas de la mañana, deje de lado mi opulento y prominente futuro para escapar de la isla.

No sin antes, conseguir el mapa del tesoro de mi padre.

Desde entonces, ¡han comenzado a surgir historias sobre mi piratería!

Primero, me hice cargo de una humilde tripulación de grumetes llamados los Granujillas escurridizos.

Fue pan comido convencerles.

Recuerdo a estos granujas de los viajes con mi padre a Velia, siempre estaban tramando algo.

Fuera como fuese, ahora son mi leal tripulación.

Si no hubiera tomado la decisión de buscar la libertad en los mares…

Probablemente ahora estaría casada con algún familiar de la casa de los Encarotia o de los Nesser. Vaya palo, ¿verdad? ¡Jaja!

¡Por cierto!

Mi larga aventura ya casi llega a su fin.

Mi padre siempre me dijo que la reliquia familiar sería mía una vez fuera adulta.

Además, también mencionó otras increíbles reliquias que me había guardado.

Que sepáis que yo pongo las reglas, ¡así que yo elijo cuando ser adulta!

«¡La que se os viene encima, mundo! ¡Estoy a punto de abordaros! Jajajaja»